El Colegio de Nosa Señora dos Remedios (Orfas) de Santiago de Compostela

Ubicado en Santiago de Compostela, el Colegio de Nosa Señora dos Remedios, o de Orfas (Huérfanas), surge por deseo expreso del arzobispo don Juan de Sanclemente (1534-1602). Su escritura de fundación fue otorgada el 23 de marzo de 1600, donde se dice que dicho colegio fue fundado para que “se recogiesen algunas doncellas pobres y de buena vida y costumbres y allí les enseñasen la Doctrina cristiana y otras labores de por casa, y les doctrinasen para que después de enseñadas pudiesen servir en casas honradas. Sanz del Castillo, en su Vida del Excmo. Señor Don Juan de San-Clemente y Torquemada, nos dice que el número de habitantes del Colegio debía de ser de “18 Señoras Huerfanas de Padre, ò Madre, oriundas de este Arzobispado”. Para su construcción, Sanclemente compró al Cabildo unas casas, y para el sostenimiento de la fundación, compró 169.500 juros situados en las alcabalas de la ciudad compostelana, entregando sus títulos al Cabildo para que se encargase de la conservación y administración del colegio. Su fundador, en testamento fechado a 30 de agosto de 1600, declara a este colegio como uno de sus universales herederos, y ordena que las dotes de las huérfanas no pasen de 100 ducados.
Planta del Colegio de Nosa Señora dos Remedios
La primera intervención importante en el Colegio de las Huérfanas es la edificación de su iglesia, para la cual se contrató al maestro de obras Melchor de Velasco Agüero ( 1669) el 22 de septiembre de 1664 por 800 ducados, quien debía tener terminadas las obras en dos años.
Bóveda de cañón
Cúpula
El resultado es una iglesia de planta de cruz latina de una sola nave, cabecera rectangular y crucero poco pronunciado, dejando de lado la hasta entonces muy utilizada planta vignolesca de cabecera semicircular y capillas comunicadas entre sí. Velasco dispone también una sacristía a cada lado. El interior se caracteriza por su sobriedad y simplicidad ornamental, que contrasta con el ornato que el canónigo fabriquero José de Vega y Verdugo propone para la catedral compostelana. El maestro trasmerano articula el espacio interior mediante pilastras de orden toscano y fuste de festón vertical rehundido. La bóveda de cañón que cubre la obra repite, en sus arcos fajones, los citados elementos, añadiéndose a dicha bóveda lunetos para la apertura de ventanas rectangulares. En el crucero se levanta una cúpula de media naranja sobre pechinas, que se decora con triángulos lisos resaltados, y se corona con una linterna de anillo simple.
Fachada de la iglesia
La fachada de esta iglesia está dispuesta en chaflán con respecto a la calle, creando así una pequeña plaza que consigue un efecto sorpresa propio del urbanismo barroco. Al igual que en el interior, la fachada destaca por su simplicidad. Consta de un frente rectangular desnudo, enmarcado por dos enormes pilastras de orden toscano. En su centro se dispone la portada, que podemos dividir en tres niveles. En el primer nivel tenemos una puerta rectangular enmarcada por una moldura, en cuyos ángulos superiores forma orejeras; encima de esta puerta se disponen dos ménsulas que sostienen un pronunciado dintel. Sobre éste observamos una ventana cegada de marco similar al de la puerta, añadiéndose las volutas típicas del barroco gallego a ambos lados, constituyendo así un segundo nivel. Estos dos primeros niveles están enmarcados por dos grandes pilastras salientes de orden dórico y fuste rehundido, a las que se pegan dos columnas también dóricas sobre retropilastras, todo sostenido por altos pedestales. Estas pilastras y columnas soportan un entablamento recortado y denticulado, que da paso al último nivel: un frontón triangular partido, con una acrótera en forma de bellota con anillo ecuatorial en cada extremo, y en el centro el escudo del fundador, el arzobispo Juan de Sanclemente.
En 1698, a pesar del poco tiempo transcurrido desde su construcción, la iglesia de las Huérfanas amenazaba ruina, por lo que se contrató, para su reedificación, al maestro de obras Fray Gabriel de Casas (1709) el 4 de marzo del citado año. Este arquitecto tenía que atenerse estrictamente a las nueve cláusulas de su contrato donde se le indicaba los lugares donde exclusivamente debía intervenir, entre ellas: “que hes la bobeda della que se ha de desazer desde la pared de la fachada y delanttera astta el arco de las pichinas primeras… la pared de un lado y de otro todo lo que coxe dicha boveda y ansi mismo la cornisa para elexir dos repisas en cada lado las quales han de rezivir dos arcos… de canteria. La 2.ª que dicha bobeda, que hestta repartida en dos aristas, se ha de repartir en tres lunetas y en cada una ha de llevar su ventana de cantería”. Recibió Gabriel de Casas por este trabajo 3.000 reales en enero de 1699.

Ya en el siglo XVIII nos encontramos con el mecenazgo del arzobispo Antonio de Monroy (1634-1715) sobre el Colegio de Huérfanas, quien en 1706 impuso al mismo las disposiciones sobre clausura propias de los conventos. La gran intervención en este Colegio bajo el mecenazgo de Monroy fue la realizada por Fernando de Casas y Novoa (1670-1750). Este arquitecto fue contratado el 6 de noviembre de 1714 por el deán Francisco Verdugo, en nombre del citado arzobispo, encargándose de la realización de la fachada principal, “la fabrica de un nuevo campanario en la forma que le pareciese mas combeniente” y otras obras como “el primero y segundo piso de lo que corresponde a la enfermeria de bovidillas de buena madera de castaño, las quales han de ser estofadas con buena argamaza de cal, y asi mesmo ha de acer el pisso del corredor del patio, que ace en dicha enfermeria y el fayado de buena madera de castaño labrada, y barrotes embevidos”. Estas obras debía de tenerlas finalizadas Casas en diciembre de 1715.
La fachada principal consta de tres plantas separadas por un listel, de carácter horizontal, y está rematada por una cornisa de vuelo pronunciado. A lo largo de esta fachada se abren ventanas rectangulares enmarcadas con orejeras en sus esquinas; y dos puertas, la principal, que comentaremos a continuación, y la de Carros, muy sencilla.
Portada de la fachada principal
La portada principal se puede dividir en dos cuerpos. En el nivel inferior se abre la puerta, enmarcada con una gruesa moldura con orejeras, y adornada en su clave con una especie de ménsula con extremos enroscados a modo de pergamino. Esta puerta está flanqueada por dos pilastras cajeadas de orden toscano, colocadas sobre pilares, que sostienen un entablamento muy decorado, cuyo friso se ornamenta con mútilos terminados en placa en sustitución de los triglifos. Este motivo tiene sus antecedentes inmediatos, como señala Ríos Miramontes en su obra Aportaciones al barroco gallego, en la fachada del Colegio de San Clemente, de Ginés Martínez, en el proyecto de tabernáculo de la catedral compostelana, de Vega y Verdugo, y en el cierre del cimborrio de dicha catedral, de Peña de Toro. A continuación está la cornisa, muy volada, generando contrastes lumínicos, que da paso al segundo cuerpo. Éste está presidido por una hornacina con la figura de la Asunción. Dicha hornacina presenta bóveda de casetones realzados, pilastras cajeadas que sujetan un arco moldurado con hoja de acanto a modo de clave, y vidriera al fondo.
Asunción
La imagen de la Asunción, salida probablemente del taller de Miguel de Romay, es soportada por una peana que presenta tres cabezas de querubines, sobre las que se alza la Virgen coronada y en actitud orante, cubierta con un manto que genera pliegues. En 1867 esta imagen se pintó de blanco y dorado, segundo el gusto de la época, quedando todavía restos de pintura.
La hornacina se enmarca por dos pilastras cajeadas de orden corintio, que sujetan un friso corrido de ornamentación vegetal. Estas pilastras están flanqueadas a su vez por las típicas volutas barrocas y por decoración de sartas de frutas. A los lados de este segundo nivel se encuentran, sobre pedestales, los escudos de los arzobispos Juan de Sanclemente, el fundador, y Antonio de Monroy, su reedificador. Corona esta portada un frontón curvo partido que da cobijo a una cartela ovalada con la siguiente inscripción: “EL YLLMO SE DN FRAY ANTONIO DE MOROY ARBPOS Y SE DE ISTA CVD MDO REEDIFICAR A SUS EXPENSAS ESTE CLEGIO PA RECOGIMENTO Y EDUCAO D DZELLAS HUERFANAS D ESTE REINO AÑO 1715”.
Campanario
La torre-campanario se alza entre la fachada de la iglesia y la del Colegio, convirtiéndose en el elemento de enlace entre ambas. Se pueden adivinar dos influencias en Casas para su construcción: por un lado la torre del Reloj, de Domingo de Andrade, y por otro el campanario de San Fiz de Solovio, realizado por Simón Rodríguez poco antes, en 1713. Este campanario consta de dos cuerpos. El primero es de planta cuadrada, abierto en sus cuatro lados mediante arcos de medio punto para alojar las campanas. Estos arcos están sostenidos por pilastras toscanas de fuste liso, que se apoyan sobre un antepecho decorado en su centro y extremos por ménsulas en forma de placas. Estos vanos están flanqueados por pilastras cajeadas de festón rehundido, que sostienen un entablamento decorado por placas que sobrepasan el espacio del mismo, y que se corresponden con las placas situadas bajo el antepecho de los vanos. A continuación está una cornisa muy volada, con acróteras dobles terminadas en bola en las esquinas, que da paso al segundo cuerpo. Este presenta planta octogonal, con decoración de placas en todos lados, flanqueados por pilastras lisas, sosteniendo un entablamento que da paso a una cornisa quebrada y terminada en pináculos de bola. Remata el conjunto una cúpula sobre tambor circular con plementería decorada por fajas, y una linterna coronada por un cupulín terminado en pináculo. Este campanario sirvió de ensayo para Fernando de Casas para el remate de la torre de las Campanas de la catedral de Santiago.

Hércules y la monarquía de los Austrias: El Salón de Reinos y el Casón del palacio del Buen Retiro de Madrid

La figura de Hércules resulta habitual en los conjuntos iconográficos del siglo XVII relacionados con la monarquía española de los Austrias. Esta presencia no es casual ni meramente decorativa, sino que responde a una relación que se venía estableciendo desde antiguo entre el héroe grecolatino y la Península Ibérica, y a una filiación más próxima en el tiempo entre el citado personaje y la Casa de Austria.
Ya en la Grecia clásica, Hércules se caracterizaba por su fuerza moral, pues se había sometido voluntariamente a Euristeo, más débil que él, y era considerado el prototipo del Bien en la lucha contra el Mal y de la ayuda a los hombres. Con la llegada del cristianismo se convirtió en un modelo de virtudes cristianas y prefiguración de Cristo.
En la Hispania medieval surgió un gran interés por Hércules, difundiéndose profusamente los dos episodios de su leyenda que lo vinculaban a la Península, la lucha contra Gerión y la colocación de las columnas en Cádiz. Incluso se le dio credibilidad histórica a estos hechos, relacionando al héroe con la dinastía hispana; así lo hizo Rodrigo Jiménez de Rada en su Historia gótica. Otras obras medievales que unen a Hércules con España son la Primera Crónica General de España y la General Estoria, ambas del rey Alfonso X, Los doze trabajos de Hércules de Enrique de Villena, o Favor de Hércules contra Fortuna, del marqués de Santillana.
Quedan establecidas así las dos grandes corrientes a la hora de representar al héroe: la alegórico-religiosa y la alegórico-política o histórica.
Del paso de Hércules por la Península se derivaron las visitas a otros países, con lo que varias dinastías europeas se consideraban descendientes del héroe. Es el caso de la casa de Borgoña, de la que saldría el primer monarca español de la Casa de Austria, Carlos I (1500-1558), reuniéndose en él las diversas tradiciones hercúleas. El emperador se identificó a sí mismo como nuevo Hércules, eligiendo como divisa las palabras “plus ultra” colocadas en torno a las columnas heraclianas, pues aspiraba a ir más allá de las mismas. Esta identificación dio lugar, según afirma Rosa López Torrijos en su obra La mitología en la pintura española del Siglo de Oro, a la expansión y posterior éxito del tema hercúleo en el arte español de los siglos XVI y XVII; vínculo que pasará a todos los monarcas de la Casa de Austria española.
Así, Hércules aparece, en el siglo XVI, en obras encargadas por el propio emperador Carlos I, por personas relacionadas con él, o por organismos que querían rendir homenaje al héroe griego y al emperador conjuntamente. Como ejemplos se pueden citar el palacio de Carlos V en la Alhambra, donde dos medallones de la fachada occidental representan las luchas de Hércules contra el león de Nemea y el toro de Creta, y la fuente de dicho palacio, con la escena del héroe y la hidra de Lerna de nuevo en un medallón.
Pero es en el siglo XVII cuando la figura de Hércules tendrá más éxito. Así, este personaje está presente en dos destacadas obras patrocinadas por la monarquía y ubicadas en el palacio del Buen Retiro de Madrid, el Salón de Reinos y el Casón.

El Salón de Reinos era uno de los tres salones que se encontraban en el ala Norte del palacio del Buen Retiro, obra ideada por Gaspar de Guzmán, conde-duque de Olivares (1587-1645), y proyectada por Alonso Carbonell (1583-1660), siendo su inauguración en 1632. La decoración de este salón tenía dos funciones: la “oficial”, que sería la exaltación del reinado de Felipe IV (1606-1665) y por extensión de la dinastía de los Austrias; y la “indirecta”, justificar e impulsar la política belicista del conde-duque. Ejemplo de esto último es el cuadro de Juan Bautista Maíno La toma de Bahía, donde aparece el propio Olivares coronando al rey.
El conjunto pictórico del salón estaba formado por retratos ecuestres de miembros pasados y presentes de la familia real, doce cuadros de batallas, y diez cuadros con trabajos de Hércules realizados por Francisco de Zurbarán (1598-1664) en 1634. Por tanto, los trabajos heraclianos, actualmente en el Museo del Prado, son las únicas obras no históricas del conjunto.
Hércules contra el toro de Creta
Hércules peleando con Anteo


Hércules contra el jabalí de Erimanto
Desviación del río Alfeo
Hércules contra Cerbero
Hércules atormentado por la túnica de Neso
Hércules venciendo a Gerión
Hércules separando los montes Calpa y Abyla
Hércules contra el león de Nemea
Hércules contra la hidra de Lerna











Se pueden establecer cuatro razones para la presencia de Hércules en el Salón:
- La continuación del vínculo entre Hércules y la Casa de Austria establecido por Carlos I.
- La tradición que unía a Hércules con la historia de España. En esta línea aparecen representadas en el salón las escenas de la lucha contra Gerión y la colocación de las columnas en Cádiz.
- El parangón que se realizaba entre las victorias del héroe (el Bien) contra los monstruos (el Mal), y las victorias del rey sobre sus enemigos. Se estaría hablando, por consiguiente, de una razón de tipo político-moral, y no político-religiosa, como afirma López Torrijos, pues la política española era, más que de defensa de la Religión contra la Herejía, de defensa de la moral católica frente a la moral protestante. Así, aparecen representadas doce victorias españolas, en relación con los lienzos de Hércules.
- El sentimiento religioso, que se muestra en el cuadro Hércules atormentado por la túnica de Neso, donde se establece un paralelismo entre el sufrimiento del héroe y la purificación final exigida al cristiano; sería, por tanto, una alegoría cristiana de Hércules.
Con estos elementos se puede realizar la lectura iconográfica del conjunto: se exhibe la grandeza de la monarquía española, tanto territorial, con la representación de las armas de los veinticuatro reinos, como moral, España defensora del Bien sobre el Mal, de la moral católica sobre la protestante. Las batallas contra los enemigos del catolicismo se comparan con los trabajos de Hércules, quien a la vez representaba a Felipe IV por herencia dinástica, lo que se enfatiza con los retratos de los ascendientes y del heredero. Felipe IV sería, por tanto, el verdadero Hércules reencarnado.

En la sala principal del Casón del Buen Retiro aparecen representados los trabajos de Hércules y el origen de la orden del Toisón. Son pinturas realizadas en el techo y paredes de la sala por Luca Giordano (1634-1705) en 1697. Los objetivos de este programa iconográfico eran, por un lado, el ya habitual de exaltación de los Austrias y la misión salvadora de España; y por otro, convencer de la grandeza de un linaje que en esos momentos transmitía una impresión de debilidad y agotamiento, evidenciándose en la figura del monarca Carlos II (1661-1700). Para ello, Luca Giordano tomó como fuente principal la Iconología de Cesare Ripa.
Se concibe el techo a modo de gran cielo abierto, en el que figuras pequeñas forman escenas independientes. Se combinan dos tipos de estructura: en los lados menores no se limitan las escenas, y en los mayores la limitación viene dada por una estructura de arquitectura fingida.
Hércules aparece como conquistador del vellocino de oro, debido probablemente a que Jasón era un personaje muy poco conocido en España.
La lectura iconográfica del conjunto sería la siguiente: en las paredes de la sala se muestran las hazañas de Hércules, que representa el origen mítico de la dinastía de los Austrias. En la bóveda aparecen dos trabajos de Hércules realizados para ayudar a la divinidad y alegóricos del papel de España en la cristiandad (lucha contra los gigantes y matanza de Anteo); en la parte central se muestra la relación del héroe con la Casa de Borgoña y la fundación de la Orden del Toisón, su máximo galardón (Hércules entrega el vellocino a Felipe el Bueno, antecesor de los Austrias). En la parte opuesta de la bóveda se alaba el poder de la monarquía española que se extiende por todo el mundo (esfera a sus pies), y se manifiesta por los enemigos sometidos, Guerra (Furor encadenado), Herejía (dragón), el Poder Real (león con cetro y armiños), la Riqueza (joyas), y los distintos pueblos; y por las virtudes que la adornan, como la Concordia y la Piedad.
Luca Giordano tuvo como influencia el techo del palacio Barberini en Roma, de Pietro da Cortona. Si en el palacio Barberini hay una exaltación de los Barberini a través del papado, en el Casón se exalta a los Austrias a través de la monarquía española.

En conclusión, se puede afirmar que la figura de Hércules, héroe mitológico en la Antigüedad grecorromana, se vio envuelta en un proceso que la transformó, por la confluencia de diversas significaciones, en uno de los principales motivos heráldicos de la monarquía española de la Casa de Austria, sin perder por ello las implicaciones morales que el héroe ostentaba desde sus inicios.